by Iñigo Dominguez
Desde la llegada de Fulvio Conti, la eléctrica italiana ha salido al exterior y ha abierto batallas para modernizar el anquilosado mercado nacional
La compañía eléctrica italiana Enel, recién llegada a la pugna por Endesa, llevaba años queriendo irse de compras por Europa, con 15.000 millones quemándole en el bolsillo, parándose en los escaparates y sin decidirse a entrar en ningún país. «No podemos ser presa de nadie, porque el Estado aún posee un 22%, y queremos ser cazadores, pero tenemos que estar seguros de acertar al primer golpe», reconoció hace poco su consejero delegado, Fulvio Conti. Meter un pie en un gran mercado europeo es lo que le le falta a Enel para culminar por ahora su fiebre viajera.
Desde que llegó Conti, en mayo de 2005, el libro de operaciones de Enel parece un álbum de viajes: compras en Rumanía, Bulgaria, Eslovaquia, Rusia, Brasil, Panamá,... Como se ve, faltaba una gran diana algo más centrada, y también más segura, tras el fracaso de su intento de entrada en la francesa Suez. Y ahí ha aparecido Endesa. Esta movilidad, sin precedentes en la larga historia de Enel, dormida plácidamente en sus fronteras, tiene mucho que ver con la llegada de Conti, un hombre dinámico, alérgico a los peores vicios italianos, que está sacudiendo las inercias históricas de la compañía.
En España han descubierto Enel de repente y han empezado a preguntarse quién es este señor serio, de 59 años, que lleva las riendas. En realidad de Conti se sabe poco, porque no es de los financieros que exhiben yates y dan anécdotas. Trabaja duro e imparte clases en un master de finanzas en la LUISS de Roma, que le pilla detrás de la oficina. Los fines de semana, cuando puede, hace lo que cualquier romano: se va a Sperlonga, localidad de mar a hora y media de coche, o a ver a la Lazio al Olímpico, o juega con su nieta de dos años.
Es decir, alguien muy normal, de esos gestores anónimos, eficientes, al margen de familias políticas, que a veces da Italia entre tanta medianía con cargo y se labran su prestigio en la sombra, como su amigo Mario Draghi, el actual gobernador del Banco de Italia. Su gabinete de prensa pasa un perfil de datos humanos para generar la confianza que necesita un pretendiente y, aunque está virado a la española -casualmente, justo ahora está leyendo 'La sombra del viento'- confirma su perfil de sentido común: «adora» el jamón serrano, las tapas y el marisco. Obviedades aparte, Conti conoce bien España, donde ha pasado algunas vacaciones, habla castellano y su asistente para el extranjero es un español de 30 años, Javier Anzola, pescado en Viesgo, con el que se ha compenetrado muy bien. Es decir, conoce el percal.
Un libro de entrevistas publicado recientemente dejaba entrever algunas intimidades más, que pueden arrojar luz sobre su futuro comportamiento en Endesa. Carta secreta: ser más tenaz que los demás. Su mayor éxito: una familia unida. La mayor derrota: la jugada de Francia ante la posible OPA de Enel sobre Suez. Pues sí, ahí le duele. Tras el escarmiento, ahora en Endesa se mueve con cuidado y de momento espera.
Largas distancias
Pero Conti sabe correr distancias largas. Dejó su país nada más sacar la carrera con 22 años para buscarse la vida en Estados Unidos. En los setenta en Italia era raro que un brillante licenciado saliera al extranjero, lo normal era buscar colocación por algún conocido, o una amistad política. Conti, que trabajó en la panadería familiar mientras estudiaba, prefirió largarse. Fichó por la petrolera Mobile en 1969 y fue ascendiendo peldaños hasta llegar a ser director financiero en Europa. Luego, en 1991, entró en Campbell. Pasar de vender petróleo a vender sopas demuestra la versatilidad de Conti, que es sobre todo un técnico perfecto con los números.
Para entonces, más de 20 años después de salir de casa, ya se había hecho un nombre y regresó a Italia, a esos recintos sacros de las grandes finanzas infiltrados de política. Conti se recorrió algunos de los más pantanosos, como Ferrovia, la compañía nacional de ferrocarriles, y Telecom, la empresa telefónica, haciéndose valer como un gestor eficaz y dándose cabezazos contra los vicios jurásicos de su propio país. De este modo, recaló finalmente en Enel en 1999. La eléctrica es uno de esos colosos empresariales de toda la vida que conforman la identidad de Italia, un monopolio estatal fundado en 1962 apenas el país pudo organizar su economía tras salir de la posguerra.
Más de 1.200 minúsculas compañías eléctricas confluyeron en Enel y fue entonces cuando se creó el monstruo, que ha dormido hasta los noventa. Italia desarrolló una dependencia energética del exterior alarmante -importa el 80%-, agudizada cuando los italianos rechazaron las centrales nucleares en un referéndum de 1987. Mientras el resto de Europa diversificaba sus fuentes, Italia es el único país que sigue usando combustible para producir más del 40% de la electricidad y para ello lo importa en cantidades que suman más que todos los países de Europa juntos. El resto, irónicamente, es importación de la energía nuclear de otros. Enel no cerró su primer balance en activo hasta 1986. Las facturas de la luz que pagan los italianos son las más caras de Europa.
Tras la liberalización del mercado y su privatización, la empresa salió a bolsa en 1999. Y en ese momento llegó Conti, llamado a ser la «mente financiera» del tinglado. Dirigió las grandes operaciones del grupo para hacer caja mientras Enel se fue desprendiendo de todo lo que no fuera electricidad. En 2005, se aupó a la cúspide de la firma. Teniendo manos libres, ha puesto al día la compañía e iniciado su salida al exterior. Conti quiere que la guinda sea Endesa.
Desde la llegada de Fulvio Conti, la eléctrica italiana ha salido al exterior y ha abierto batallas para modernizar el anquilosado mercado nacional
La compañía eléctrica italiana Enel, recién llegada a la pugna por Endesa, llevaba años queriendo irse de compras por Europa, con 15.000 millones quemándole en el bolsillo, parándose en los escaparates y sin decidirse a entrar en ningún país. «No podemos ser presa de nadie, porque el Estado aún posee un 22%, y queremos ser cazadores, pero tenemos que estar seguros de acertar al primer golpe», reconoció hace poco su consejero delegado, Fulvio Conti. Meter un pie en un gran mercado europeo es lo que le le falta a Enel para culminar por ahora su fiebre viajera.
Desde que llegó Conti, en mayo de 2005, el libro de operaciones de Enel parece un álbum de viajes: compras en Rumanía, Bulgaria, Eslovaquia, Rusia, Brasil, Panamá,... Como se ve, faltaba una gran diana algo más centrada, y también más segura, tras el fracaso de su intento de entrada en la francesa Suez. Y ahí ha aparecido Endesa. Esta movilidad, sin precedentes en la larga historia de Enel, dormida plácidamente en sus fronteras, tiene mucho que ver con la llegada de Conti, un hombre dinámico, alérgico a los peores vicios italianos, que está sacudiendo las inercias históricas de la compañía.
En España han descubierto Enel de repente y han empezado a preguntarse quién es este señor serio, de 59 años, que lleva las riendas. En realidad de Conti se sabe poco, porque no es de los financieros que exhiben yates y dan anécdotas. Trabaja duro e imparte clases en un master de finanzas en la LUISS de Roma, que le pilla detrás de la oficina. Los fines de semana, cuando puede, hace lo que cualquier romano: se va a Sperlonga, localidad de mar a hora y media de coche, o a ver a la Lazio al Olímpico, o juega con su nieta de dos años.
Es decir, alguien muy normal, de esos gestores anónimos, eficientes, al margen de familias políticas, que a veces da Italia entre tanta medianía con cargo y se labran su prestigio en la sombra, como su amigo Mario Draghi, el actual gobernador del Banco de Italia. Su gabinete de prensa pasa un perfil de datos humanos para generar la confianza que necesita un pretendiente y, aunque está virado a la española -casualmente, justo ahora está leyendo 'La sombra del viento'- confirma su perfil de sentido común: «adora» el jamón serrano, las tapas y el marisco. Obviedades aparte, Conti conoce bien España, donde ha pasado algunas vacaciones, habla castellano y su asistente para el extranjero es un español de 30 años, Javier Anzola, pescado en Viesgo, con el que se ha compenetrado muy bien. Es decir, conoce el percal.
Un libro de entrevistas publicado recientemente dejaba entrever algunas intimidades más, que pueden arrojar luz sobre su futuro comportamiento en Endesa. Carta secreta: ser más tenaz que los demás. Su mayor éxito: una familia unida. La mayor derrota: la jugada de Francia ante la posible OPA de Enel sobre Suez. Pues sí, ahí le duele. Tras el escarmiento, ahora en Endesa se mueve con cuidado y de momento espera.
Largas distancias
Pero Conti sabe correr distancias largas. Dejó su país nada más sacar la carrera con 22 años para buscarse la vida en Estados Unidos. En los setenta en Italia era raro que un brillante licenciado saliera al extranjero, lo normal era buscar colocación por algún conocido, o una amistad política. Conti, que trabajó en la panadería familiar mientras estudiaba, prefirió largarse. Fichó por la petrolera Mobile en 1969 y fue ascendiendo peldaños hasta llegar a ser director financiero en Europa. Luego, en 1991, entró en Campbell. Pasar de vender petróleo a vender sopas demuestra la versatilidad de Conti, que es sobre todo un técnico perfecto con los números.
Para entonces, más de 20 años después de salir de casa, ya se había hecho un nombre y regresó a Italia, a esos recintos sacros de las grandes finanzas infiltrados de política. Conti se recorrió algunos de los más pantanosos, como Ferrovia, la compañía nacional de ferrocarriles, y Telecom, la empresa telefónica, haciéndose valer como un gestor eficaz y dándose cabezazos contra los vicios jurásicos de su propio país. De este modo, recaló finalmente en Enel en 1999. La eléctrica es uno de esos colosos empresariales de toda la vida que conforman la identidad de Italia, un monopolio estatal fundado en 1962 apenas el país pudo organizar su economía tras salir de la posguerra.
Más de 1.200 minúsculas compañías eléctricas confluyeron en Enel y fue entonces cuando se creó el monstruo, que ha dormido hasta los noventa. Italia desarrolló una dependencia energética del exterior alarmante -importa el 80%-, agudizada cuando los italianos rechazaron las centrales nucleares en un referéndum de 1987. Mientras el resto de Europa diversificaba sus fuentes, Italia es el único país que sigue usando combustible para producir más del 40% de la electricidad y para ello lo importa en cantidades que suman más que todos los países de Europa juntos. El resto, irónicamente, es importación de la energía nuclear de otros. Enel no cerró su primer balance en activo hasta 1986. Las facturas de la luz que pagan los italianos son las más caras de Europa.
Tras la liberalización del mercado y su privatización, la empresa salió a bolsa en 1999. Y en ese momento llegó Conti, llamado a ser la «mente financiera» del tinglado. Dirigió las grandes operaciones del grupo para hacer caja mientras Enel se fue desprendiendo de todo lo que no fuera electricidad. En 2005, se aupó a la cúspide de la firma. Teniendo manos libres, ha puesto al día la compañía e iniciado su salida al exterior. Conti quiere que la guinda sea Endesa.
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